“El cambio profundo sucede de golpe, te recorre como un rayo hasta darte cuenta de que eres alguien nuevo”
Hace unos días, mirando el tablón de facebook, me encontré con que a alguien le gustaba una imagen en la que aparecía una frase. Ya sabéis, imagen bonita con frase trascendental. La frase decía algo así como “el cambio profundo sucede de golpe, te recorre como un rayo hasta darte cuenta de que eres alguien nuevo”. Y sí, la frase es bonita y trascendental, pero no es cierta. Al menos no lo es en la mayoría de los casos. El cambio profundo a nivel personal no sucede de golpe, a no ser que haya un acontecimiento vital de una intensidad suficiente que lo justifique, y normalmente esos acontecimientos suelen ser de índole negativa (como la muerte inesperada de un familiar, el diagnóstico de una enfermedad compleja…).
El cambio profundo requiere tiempo y esfuerzo. Uno no se despierta un día y nota que es una persona diferente al día anterior, que sus miedos y pensamientos han cambiado, que es capaz de controlar su ira con facilidad o que han mejorado sus habilidades sociales. Esos cambios requieren tiempo, y también esfuerzo. Dependen de un conocimiento de ti mismo y de la situación, de desarrollar las estrategias adecuadas y tener el valor de ponerlas en práctica. Y digo “valor” porque habitualmente realizar esos cambios implica enfrentarnos a aspectos de nosotros mismos que nos son desagradables, que nos provocan malestar. En este sentido, se podría decir que el objetivo de una terapia sería el provocar un cambio en una determinada dirección. Identificar aspectos de nosotros mismos o de nuestra situación que nos son dañinos, establecer estrategias para el cambio y ponerlas en práctica. Enfrentar las dificultades y superarlas. Y si, todo esto requiere tiempo y esfuerzo. Y entonces te despiertas un día y no te comparas con tu yo de ayer, sino con tu yo de hace 3 meses, 6 meses, 1 año… y ahí sí puedes observar las diferencias, los progresos, las cosas que has trabajado y las que aún quedan por trabajar…
Debemos ser cuidadosos no con lo que leemos, sino con la facilidad con la que creemos en lo que leemos. Frases como la de arriba llevan a aspiraciones e ideas equivocadas, ideas que pueden conformar creencias desadaptativas, y llevar con ello a inseguridad y frustración ante la búsqueda de un cambio brusco que no se produce. Desde este punto de vista, por paradójico que pueda parecer, tampoco deberíamos creer a pies juntillas este texto pues, intencionadamente, no se enlaza a una sola referencia que pueda demostrar que lo que se dice es cierto. Queda bajo la responsabilidad de cada cual el dilucidar hasta qué punto estas ideas son válidas o, por el contrario, carentes de todo sentido. Y eso es algo que sólo podéis hacer vosotros mismos.