El ciclo ansioso
En este apartado vamos a ver cuáles son las fases que componen un proceso ansioso, aprendiendo con ello a identificarlas con más efectividad y, con ello, a regularla más eficientemente.
La subida
En un primer momento aparece una fase de subida, en la que empezamos a sentir los cambios que la ansiedad produce en el cuerpo: falta de aire, presión en el pecho, aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de la frecuencia respiratoria, nauseas… Es posible que dichos cambios no aparezcan de golpe, ni tampoco es necesario que aparezcan todos. Aprender a ser conscientes de que dichos cambios están sucediendo es crucial para poder empezar a regularlos en una fase temprana de la ansiedad. Para ello, es necesario prestar atención a cómo siento yo la ansiedad ya que, aunque sea parecida, no todo el mundo la sentimos exactamente igual, y ser consciente de tu propio proceso hará que puedas comprenderlo mejor y regularlo con más facilidad.
La meseta
Una vez la ansiedad ha subido, se alcanza una fase de meseta, en la que ésta se mantiene estable durante unos minutos. Si no hemos sido conscientes del proceso de aumento de la ansiedad mientras ésta subía, aquí vamos a serlo. Esta meseta es lo que la mayoría de nosotros identificamos como ansiedad propiamente dicha: un momento en el que los principales signos con los que reacciono a la ansiedad son fácilmente identificables (también cognitivos y comportamentales, como preocupación o agitación corporal). Sería también un buen momento para a llevar a cabo las distintas estrategias de regulación emocional.
La bajada

Si el ciclo de ansiedad sigue su curso natural, tras la fase de meseta vendrá una fase de bajada, en la que la ansiedad irá disminuyendo hasta llegar poco a poco a desaparecer. Esta fase de bajada suele ser un poco más lenta que la de subida, y en ella vamos notando que, bien de forma primaria o secundaria, la ansiedad se mantiene presente mientras nos vamos moviendo. La toma de contacto emocional y el trabajo en aceptación nos dará el punto de apoyo para que esta ansiedad pueda continuar con su ciclo, dejándola disminuir en segundo plano mientras realizamos nuestra estrategias regulación.
Conclusión
En determinado momento, veremos como esa ansiedad se ha ido o, al menos, ha llegado a un punto en la que resulta manejable. Es ahora cuando podemos considerar resolver aquello que nos generaba ansiedad (si es que de verdad hay algo que resolver). Este detalle es importante: la ansiedad es una respuesta fisiológica básica, evolutivamente antigua. En la sociedad actual, vamos a tener momentos en los que se dispare en situaciones que realmente no son un peligro para nosotros. Es por ello que aquí podemos decidir: ¿realmente tengo algo que solucionar? ¿el motivo por el que ha aparecido la ansiedad era realmente importante? ¿tengo que solucionarlo ahora, o lo puedo dejar para más tarde? En definitiva, se trata de decidir racionalmente si el motivo por el que ha aparecido la ansiedad representa un problema real al que tenga que hacer frente y, en el caso de serlo, si la resolución de ese problema debe ser inmediata o no.