Regulación Emocional e Ingesta de Alimentos

Los problemas alimentarios aparecen como una relación entre la alimentación y la gestión de las emociones. De esta manera, las personas que presentan problemas alimentarios estarían recurriendo a la alimentación como una forma de regular su estado emocional. Sería lo que coloquialmente se conoce como “comer por ansiedad”, llegando a formar un círculo vicioso cuando se convierte en problema: como porque tengo ansiedad y tengo ansiedad porque como. En estas situaciones, se hace necesario un reajuste que pueda romper el ciclo y devolver a la conducta alimentaria su patrón habitual, adquiriendo nuevas estrategias encaminadas al desarrollo de una correcta regulación emocional. De esta manera, logramos no necesitar recurrir a la alimentación para manejar nuestras emociones, regulándolas de una forma más satisfactoria.

Igualmente, también se podría dar el proceso contrario: que la regulación emocional se base no en un comer ansioso, sino en un control excesivo y obsesivo del proceso alimentario. En estos casos, lo que comenzaría por una dieta normal, avanzaría poco a poco hacia una dieta muy estricta, en la que comienzan a aparecer sentimientos de culpa y vergüenza cuando no se lleva a cabo. 

Ambas situaciones son caldo de cultivo para un tipo de patología concreta: los Trastornos de la Conducta Alimentaria.

¿Qué es un TCA?

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son un conjunto de patologías cuya sintomatología gira en torno a una idea común: la importancia desmesurada del aspecto físico. De esta manera, dentro de los distintos Trastornos de la Conducta Alimentaria podemos observar diferentes tipos de conductas, todas ellas motivadas por una misma emoción: un miedo irrefenable y desgarrador a coger peso. Este miedo puede llevar a la persona a poner en riesgo su propia vida, llevando a cabo conductas que variarán en tipo en función de la forma en que se manifieste dicho miedo. Así, podemos distinguir dos grandes perfiles:

Perfil restrictivo

En este perfil se encontrarían los desordenes marcados por una importante restricción en la alimentación, así como medidas compensatorias para la pérdida de peso. Entre las conductas restrictivas más llamativas estará la evitación de ciertas comidas, en especial las consideradas como más calóricas, disminuir la cantidad de comida ingerida o saltarse comidas clave, como el almuerzo, la merienda o la cena. Las conductas compensatorias podrán ser de tipo restrictivo, como hacer ejercicio excesivo con la idea de perder peso o el incremento de la actividad física en casa, o de tipo purgativo, como el uso de laxantes o vómitos. Todo ello irá encaminado a un solo objetivo: la idea de perder peso, motivada por el miedo enorme a ganarlo. 

Perfil impulsivo

El perfil impulsivo se caracteriza, especialmente, por una baja capacidad para el control de impulsos alimentarios. El patrón de pensamiento en este perfil es similar al perfil restrictivo, marcado por el perfeccionismo, la importancia desmesurada al físico y el miedo a engordar. Sin embargo, las emociones derivadas de dicho patrón de pensamiento serían para la persona impulsiva difícilmente manejables, momentos en los que suelen recurrir al atracón, es decir, a comer una cantidad desmesurada de comida en muy poco tiempo. En ocasiones, dichos atracones se ven compensados por vómitos autoinducidos, síntoma que diferenciaría un Trastorno por Atracón de una Bulimia. 

Tratamiento

El tratamiento para los distintos Trastornos de la Conducta Alimentaria tiene una complejidad especial pues, además de los problemas psicológicos propios del desorden alimentario, éstos se acompañan de unos problemas de tipo físico. La desnutrición, la falta de alimentos o la pérdida excesiva de peso pueden incidir en una mayor complejidad del cuadro, haciendo necesario en ocasiones el acompañamiento de una tratamiento psiquiátrico o nutricional especializado. La gravedad de los síntomas de tipo purgativo también puede suponer un problema a la hora del trabajo terapéutico, pues suponen un ataque directo al propio “yo”. 

Ayudar a la persona a comprender por qué se dan los síntomas que sufre y cuál es su significado, junto con el acompañamiento emocional y unas pautas alimentarias específicas son los componentes básicos para procurar una mejora personal duradera. De esta manera, es necesario trabajar en primera instancia la sintomatología alimentaria principal, a fin de poner freno al proceso de malnutrición y recuperar unas constantes vitales básicas que nos permitan seguir trabajando en terapia. En pacientes menores de edad, se dedicará un tiempo de cada sesión a entender la situación particular del/la paciente y a trabajar pautas de comportamiento y alimentarias para casa. 

De esta manera, el terapeuta acompaña al paciente apoyándolo, desde la empatía y la comprensión, para ayudarlo a descubrir sus propias fortalezas con las que hacer frente a la alimentación y al miedo. En este proceso, el paciente tiene oportunidad de explorar libremente las situaciones que pueden estar haciéndole daño, personal o emocional, para poder gestionarlas en terapia y aprender de ellas, dejando fuera al cuerpo y la comida. Así, el paciente será libre para poder enfrentar sus problemas y desarrollarse personalmente sin necesidad de recurrir al problema alimentario.

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